Hace 6 años, el 27 de marzo, un grupo de temerosos pero entusiastas médicos, algunos recién graduados, otros no tanto, pero todos con gran ilusión comenzábamos la especialidad, un nuevo proyecto a nivel nacional. El hecho de ser nueva generaba gran expectación no solo en los que entrábamos en ella sino en toda la comunidad médica que se iba enterando de su existencia (aún algunos están conociéndola apenas). Con la duda venía el rechazo de algunos y el aplauso de otros, ello incrementaba aún más la ya de por sí caótica experiencia de iniciar la formación como especialistas.
La especialidad tenía un planteamiento distinto a las ya conocidas, no solo tenía una perspectiva curativa, sino también preventiva y de rehabilitación. Los formandos seríamos capacitados en prevenir, detectar oportunamente, tratar y rehabilitar todas aquellas enfermedades que implicaban un problema para la salud pública en nuestro país (diabetes mellitus, hipertensión arterial, VIH, depresión, entre muchas otras). Fuimos malamente comparados con nuestros compañeros los internistas y los familiares, con quienes si bien compartimos algunos aspectos hay peculiaridades que hacen única a la Medicina Integrada.
Pero la historia no terminaría en la época de residente, por el contrario, los momentos más complicados vendrían una vez que nos graduáramos y nos enfrentáramos a una realidad insostenible, no había las plazas de empleo para el médico especialista en Medicina Integrada como se nos prometió al ingresar en esta aventura. Por lo anterior se empezaron a gestar una serie de proyectos, urgía hacernos ver.
Lo primero fue montar por primera vez un congreso a nivel nacional, ya nuestros compañeros en Yucatán habían realizado un primer simposium, pero era necesario llegar a un consenso, unirnos, formar una asociación aunque ya desde aquel entonces éramos conscientes de que necesitábamos integrar un colegio y después un consejo que nos certificara, el número de egresados en aquel entonces era insuficiente para tal fin. El congreso tuvo un excelente afluente de diversos lados de la República, muestra de la imperiosa preocupación por el futuro inmediato, el desempleo.
De ahí empezaron los trabajos para formar una asociación, no faltaron ni faltan aún las críticas hacia la misma, de inicio se criticó a quien por azares del destino dirigía el proyecto, los por qué él y no otro no faltaron, pero cuando tuvieron la oportunidad de postularse para la presidencia nunca hubo quorum, inclusive se llegó a proponer a alguno en forma directa quien se negó a aceptar considerando no debía ser así por falta de pluralidad, “no estaban todos los integristas del país presentes”, la pregunta es ¿lo estarán algún día?
Al parecer el mal es el mismo en las demás sociedades existentes, la apatía de muchos hace que quienes buscan mejorar o crear un proyecto se encuentran solos y al final, quieran o no tendrán que tomar la batuta pues nadie más lo hará.
No era como muchos creían una cuestión de ego personal de quien escribe tomar la primera presidencia de aquella naciente agrupación, por ello precisamente el tiempo que ocuparía dicho puesto sería solo de un año, en el que se esperaba crear mayor impacto y con ello tener más candidatos para presidirla, pero sobre todo más gente que hiciera fuerza para hacer visible nuestra especialidad.
Una realidad es que nos enfrentamos al desánimo de muchos y a la apatía de otros, como en casi todo en nuestro país, estamos acostumbrados a exigir que otro haga y deshaga pero nosotros estaremos en nuestro sillón esperando a que así sea, mientras tanto criticaremos todo lo posible a quién tome la iniciativa. Pero lo más triste fue ver la apatía de quienes ya estábamos adentro, algunos tuvieron que esperar a que gente externa incluso extranjera les dijera la importancia de lograr la unidad y solo entonces activaron en la búsqueda de crear lo que ya queríamos desde hacía 4 años, un Colegio. ¿Por qué la necesidad de que alguien ajeno al país nos diga que hacer?
Algunos de quienes teníamos como función dentro de la primera mesa directiva promocionar la asociación se durmieron entre laureles y hoy ya lo están haciendo, pero eso no es lo malo, lo triste es ver que critiquen lo que no se hizo siendo que eran parte de ese error. Hoy se reprocha la falta de comunicación efectiva de aquella primera mesa y tienen razón, pero lo que tienen hoy como efectivo aprovechando sus puestos de trabajo, pudieron haberlo hecho hace 3 años.
No, no voy en contra de la formación del Colegio Nacional de Medicina Integrada, voy en contra de que sea nuevamente para llenar el buche de unos cuantos y no con la intención que se buscaba desde un principio, si es esta última adelante, tendrán mi apoyo y el de muchos que ya perdieron, pero empezamos a notar que así fue, una búsqueda egocéntrica, tal como sucede también el las esferas políticas de nuestro país, donde lo que importa es el puesto y el “reconocimiento”, es por ello que he preferido mantenerme alejado, pero hoy 6 años después de iniciar el proyecto no puedo seguir quedándome callado, viendo que para obtener “éxito” se recurre a la crítica del otro.
Este fenómeno no solo ocurre en mi especialidad, tenemos asociaciones, sociedades y colegios múltiples de varias especialidades, todo ello debido a que el orgullo del médico (así como el del político, abogado e ingeniero) no permite aceptar que alguien empezó antes que él y sumar fuerzas. De ahí que estemos repitiendo historias conocidas (Geriatría, Dermatología, Cirugía, Tanatología, etc.) de muchas otras especialidades o áreas de la salud que tienen duplicados sus esfuerzos, en aras de caprichos personales o grupales.
Mientras no entendamos que la finalidad no va por el crecimiento personal sino de un grupo de personas no podremos salir adelante y este ejemplo, surgido de la microesfera de especialistas de medicina integrada que ya son alrededor de 500, se repite una y otra vez en nuestro país, ¿o no suena a las historias de los partidos políticos? Ojalá que pronto entendamos que debemos unirnos, la especialidad tiene un gran potencial en beneficio de la gente, de la salud de nuestro país, pero si no logramos la integración solo seremos un eslabón perdido de la historia, como sucede con muchos que prometen tantos cambios para México y nada sucede.