Esta carta es continuación de: Parte 1 y Parte 2
Antes de comenzar, quiero ofrecer una disculpa debido a que la semana pasada por motivos fuera de mi alcance me fue imposible enviar la columna a tiempo. Pero tal vez el infortunio se convierte en ventaja ya que puedo, en base a experiencias vividas esta semana, corregir y aumentar mis consejos.
Hablábamos de que el médico nunca deja de estudiar y es cierto. Además debo agregar que si bien los principios de educación basada en competencias y el constructivismo son términos de moda últimamente, el médico y en general el científico lleva a cabo dichas teorías de la educación desde hace muchos siglos. Aquél que quiera estudiar Medicina debe olvidarse del profesor que se para frente al grupo y dicta una conferencia, en Medicina casi todo el conocimiento teórico será obtenido por cuenta propia y deberá demostrar en base a ello que es capaz de resolver problemas cotidianos, llevando a cabo una serie de análisis y deducciones, tal y como lo haría en la práctica cuando se plante frente a él un paciente. Paradójicamente, siendo un sistema ahora de moda, nuestro sistema educativo dificulta cada vez más que el estudiante de Medicina logre entender esto.
El médico debe aprender a trabajar con otras profesiones, ser galeno no te hace ni más ni menos, de hecho no podemos ni debemos prescindir de otras profesiones, ingenieros biomédicos, químicos, fisioterapistas, estomatólogos y ni que decir de las enfermeras, de quienes un profesor decía “tienen las alas escondidas debajo de la filipina”. Todos ellos pueden ser tus mejores amigos y tu fortaleza si sabes darles su lugar y tratarlos con respeto, inclusive apoyarlos cuando esté en tus manos; pero si por el contrario eres déspota, grosero, etc. se convertirán en tu peor tortura, sin lugar a dudas.
La que quizás es por excelencia la mejor recomendación que me han dado es saber llevar una buena relación con el paciente. Quien acude a consulta lo hace esperando obviamente una respuesta, en la mayoría de las veces con la expectativa de ser curado aunque lamentablemente no siempre se logra, pero si su doctor lo trató con respeto, aunque la cura no llegue le estará agradecido. Es por ello que un médico que habla con la verdad, sin vocabulario pretencioso, ni actitud de semidios, siempre tendrá su consulta llena, pero aquel que actué como engreído, por muy bueno que sea tendrá el escritorio lleno de demandas de mala praxis, aunque el renombre por sus éxitos científicos o un currículum de miles de hojas teóricamente lo respalden.
Ser un buen médico, hablar con la verdad y tratar con respeto al paciente no siempre significa tomar una actitud paternalista, en ocasiones el paciente requerirá un jalón de orejas para poder valorar su propia salud, el médico más que una figura inalcanzable debe bajar a la tierra de los hombres (a la que pertenece) y ser un acompañante para su paciente durante el proceso de su enfermedad, sin importar cuanto tiempo dura esta.
El médico que lleva una buena relación con su paciente puede errar, es de humanos, pero si siempre habla con la verdad, si se mostró cercano a él, en la mayor parte de las ocasiones el paciente podrá entenderlo, lo que nadie tolerará es que se oculte la información o peor aún, se empecinen con el tratamiento con tal de no aceptar la equivocación.
En fin, las lecciones que mis maestros dejaron grabadas en lo más profundo y que sin duda me serán de gran utilidad no fueron sus clases de Anatomía, Fisiología o Bioquímica, tampoco fueron las de Cardiología, Gastroenterología u Otorrinolaringología, lo más importante que me llevé durante la carrera fueron sus ejemplos de vida los que más profundo quedarán en mi. Resulta curioso, pero mientras era estudiante a muchos de los maestros que más agradecimiento les tengo ahora son aquellos a los que en su momento más alucinaba por la manera de exigirnos, lo meticulosos que eran al cumplir las reglas, al revisar los trabajos y notas médicas, inclusive los que en sus comentarios eran más sarcásticos o duros, en definitiva cada una de esas lecciones me sirvieron y servirán en la vida.
No hay una fórmula para triunfar en el mundo, ni para ser el mejor, no importa cuantos Cuauhtémoc Sánchez, Miguel Ángel Cornejo ó Deepak Chopra leamos, en realidad no hay nadie que tenga la verdad en la mano y solo venden refritos de lo mismo, en cambio en mis maestros encontré sin pretensiones, lecciones realistas y prácticas para el día a día de un médico o cualquier otro ser humano, se dedique a lo que se dedique.
Pretendo con estas líneas dejar un resumen de lo mucho que recibí, sin querer con ello decir que son palabras mágicas o una receta de cocina para sembrar en los jóvenes y viejos la semilla de la buena praxis médica, obviamente que muchos consejos me faltan pero no puedo enumerarlos todos y en muchas ocasiones estos renacen como el Ave Fénix, justo cuando la ocasión lo amerita y no cuando la memoria los llama.