La pregunta obligada cuando la gente se entera que soy médico es cuestionarme acerca de mi especialidad. La cara de asombro y duda que les queda cuando les digo que me dedico a la Medicina Integrada es inmediata. Poco se sabe sobre mi especialidad y es que aunque ya han pasado casi 4 años desde que la primera generación nos graduamos, poca o ninguna promoción se le ha hecho por parte de sus creadores (Secretaría de Salud), pero la utilidad de ella resulta enorme.
Lógico es que cuando les comento a que me dedico, el interrogatorio continué en torno a qué se hace un médico integrista, para ello trato de ser concreto y explicarles que la especialidad surgió en respuesta a ese cambio demográfico, donde la población se vuelve cada vez más vieja, volteando la pirámide poblacional, llevándonos a un envejecimiento poblacional, tema del que escribiré en otras ocasiones. Así como sobrevino un cambio epidemiológico, es decir, cada vez tenemos menos enfermedades infecciosas y contagiosas y nos envolvemos en enfermedades del “primer mundo” donde la prevalencia más alta la tienen los padecimientos crónicos no transmisibles.
Es decir que la Medicina Integrada surgió como una respuesta certera a un problema real de salud, pero como en casi todas las áreas laborales de nuestro país los campos de trabajo para mis compañeros es reducido. ¿Cómo pueden estar reducidos si nos queda claro que la población envejece? ¿Cómo es que no tienen trabajo si se tienen encabezados tan dramáticos como “Cada siete segundos alguien muere por diabetes en el mundo: expertos”? (La Jornada 11/10/11). El trabajo ahí está, pero las plazas laborales y el presupuesto para sustentarlas no.
México se encuentra entre los cuatro países con mayor crecimiento en la prevalencia de esta enfermedad. Es de todos conocidos el nada honroso primer lugar que ocupa nuestro país en obesidad infantil y su próxima coronación como máximo exponente de la obesidad en los adultos. Estos padecimientos son el principal factor de riesgo modificable para desarrollar diabetes mellitus, entre otros padecimientos crónicos.
Así como señala la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD en inglés), el combate a la diabetes implica un “enorme desafío” para los gobiernos y no solo en el discurso electoral. Recordemos lo que dice el refrán: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Tristemente la salud en nuestro país es un término que los políticos solo conocen en épocas electorales pero olvidan rápidamente cuando el voto les da un cargo.
Lo triste está que en nuestro país ya existen grandes ideas para el combate a esta problemática, inclusive no solo está en el papel sino que ya son realidades, las cuales parecen estar olvidadas. Bajo la batuta del Dr. Ruelas Barajas, quien fuese el Secretario del Consejo de Salubridad General hasta hace un mes, se gesto la creación entre otras especialidades la Medicina Integrada.
Enfocada a fungir como una camisa hecha a la medida del usuario de los servicios de salud, la Medicina Integrada responde como dijimos, a los cambios sociodemográficos y epidemiológicos de nuestro país, siendo capaces de influir desde la prevención hasta la rehabilitación. Así pues que resulta idóneo debido a su formación, el papel del médico integrista en la atención de la diabetes mellitus, ya que será capaz de gestionar programas preventivos y de detección oportuna, controlar la enfermedad, distinguir y manejar sus complicaciones y posteriormente acompañar al paciente durante su rehabilitación.
Pero la función del integrista va más allá, en sus competencias entra la capacitación del resto del personal de salud y es que resultaría absurdo pensar que un especialista sería capaz de resolver una problemática de esta magnitud por sí solo, así que colaborará a establecer programas de atención integrada entre el resto de sus compañeros en las diversas áreas, médicas y administrativas.
Tristemente en nuestro país solemos ser buenos para planear, pero muy malos para aterrizar los proyectos y como políticos pareciese ser un problema aún mayor. El caso de la Medicina Integrada es un caso peculiar, el proyecto vio la luz en una forma muy rápida y en muchos estados se han demostrado resultados en los lugares en donde se les ha dado oportunidad a mis compañeros de desempañarse, pero tristemente aún son muchas las entidades federativas que ignoran la existencia de estos nuevos especialistas o peor, aún conociéndolos menosprecian tales capacidades.
Sin afán de sonar presuntuoso, creo que un médico integrista bien preparado debe ser capaz de coordinar un equipo de especialistas en diferentes áreas de la Medicina para llevar a cabo acciones enfocadas a modificar el rumbo que la diabetes está tomando en nuestro país. Lo mismo diría de otras enfermedades crónicas como la hipertensión arterial y las dislipidemias, o bien las infectocontagiosas como el VIH, por mencionar solo algunos rubros en donde el integrista puede desarrollarse.
¿Pero entonces que está sucediendo? Pues bien, como en muchas ocasiones, el proyecto salió al vapor para cubrir ciertas expectativas y justificar otros cuantos presupuestos. Esto provocó que si de por sí se tiene siempre cierto rechazo a lo nuevo, la oposición a la naciente especialidad fuese intensa, tanto que perdura en muchos lugares hasta el momento. Como buenos científicos los médicos exigen pruebas de que esta será útil pero no se da la oportunidad de que se desempeñe como tal, pero en los pocos lugares donde se han podido desempeñar los resultados son evidentes.
Por otro lado, se deben evaluar varios puntos álgidos en la especialidad, entre ellos y quizás el más importante es la homogenización del plan de estudios, de tal manera que se compense la disparidad surgida del explosivo nacimiento. La consolidación de asociaciones locales y con ellas el fortalecimiento de la Asociación Mexicana de Medicina Integrada A.C. para que funja como representante del gremio en todos los factores ante la sociedad. De esta sociedad deberán surgir el Colegio y Consejo que regulen el actuar de sus miembros.
Ojala que pronto existan más secretarios de salud, encargados de programas y de la elaboración de políticas de salud que volteen a ver a estos nuevos especialistas como una opción y se les ponga a prueba (no quiero fe ciega sino hechos demostrables). De no funcionar sería el primero que apoyaría su desaparición o modificación.Pero hasta entonces nos toca a cada uno de los especialistas picar piedra en nuestros propios lugares de trabajo, institucionales y públicos, para demostrar la valía de nuestra especialidad, pero sobre todo por mejorar la salud de la población y de los individuos que la conforman.