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¡Ah! ¡Pero cómo chin… el mosquito!

«Quizá sea un duro golpe al amour propre de nuestra especie pensar que los humildes mosquitos y los descerebrados virus pueden dar forma a nuestros asuntos internacionales. Pero pueden hacerlo».

J.R. McNeill

A mis padres les debo todo: la vida, mi educación, mi preparación académica, mi curiosidad y, sin lugar a dudas, el ser chaparro.

De niño me tocó ser víctima en muchas ocasiones de lo que hoy se llama bullying. La verdad es que yo también fui buleador. El acoso escolar de hoy poco tiene que ver con el que se hacía en aquel entonces. Actualmente existe el agravante de las redes sociales que potencian y perpetúan una broma en forma ilimitada.

Pero bueno, no se trata de una columna sobre el bullying, no soy la persona más indicada para hablar de ello. Sólo venía a sacar mis traumas, si es que puedo decir que existe alguno. 

Quizás una de las cosas con la que más me hacían burla era precisamente mi estatura; conforme avanzábamos en la escuela se iba haciendo más notorio. Ya saben: tapón de alberca, pulga, insecto, etc. fueron algunos de los pseudónimos que me tocó recibir —aunque no los alias más memorables—. 

La verdad es que aprendí a que aquello no me preocupara. Tenía bajo la manga un gran repertorio de contestaciones que me habían dado mis padres. A ellos no sólo debo mi corta talla sino, también, el cómo defenderme de quienes me agarraban de su puerquito:

La inteligencia se mide de la cabeza al cielo; Napoleón fue uno de los más grandes estrategas de su tiempo y era chaparro; los mejores perfumes (y los venenos más peligrosos) vienen en frascos pequeños; y la lista continúa.

Mosquito Culex
Mosquito Culex. Fuente isglobal.org

El mosquito guerrero

Pero quizás me hubiera venido bien saberme la historia del mosquito.

Sí, ese insignificante artrópodo volador; tan frágil que incluso con un papel podríamos aplastarlo. Ese insecto que no nos deja dormir por las noches, no es sólo causante de habones y un insoportable prurito. El minúsculo ser vivo, que apenas vemos, pero siempre oímos, parece no tener otra función imprescindible en el mundo que ser pieza clave en el desarrollo de la historia del planeta, particularmente del ser humano.

El zancudo no es alimento exclusivo de ninguna otra especie, ni un polinizador único de alguna planta pero ha sido capaz de vencer a Alejandro Magno, Aníbal, Atila, Julio César, Barbarroja, Carlomagno, Napoleón. Y estos son sólo unos ejemplos de grandes estrategas, vencedores de mil batallas,  que tuvieron que doblar sus rodillas ante el gran General Anópheles, como lo llama Timothy C. Winegard en su libro El Mosquito. La historia de la lucha de la humanidad contra su depredador más letal. (Próximamente comentarios del libro).

Pero esta no es una historia del pasado, sino una que se repite hasta nuestros días y que, muy probablemente, se prolongue por varias décadas —sino es que siglos— más. 

Mosquito anopheles. Fuente: isglobal.org
Mosquito Anopheles. Fuente: isglobal.org

Enemigo mortal

Existen en el mundo más de 2,500 especies de mosquitos, en temporada de crianza superan en número —después de las termitas y hormigas—a cualquier otro integrante de la tierra. Pero, dentro de estas miles de especies, únicamente el 6 % de ellas afectan al hombre, con eso es suficiente.

La OMS estima que cada año unas 725,000 personas mueren a causa de alguna de las enfermedades transmitidas por las hembras estos insectos —los machos no pican—. Las especies de mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus son vehículos del dengue, la fiebre chikungunya y el virus de zika. Además, Aedes aegypti transmite también la fiebre amarilla. Mientras que los Anopheles spp. trasmiten la malaria.

El mosquito, el conquistador

Y eso, sólo por mencionar las más comunes en nuestro medio, aunque debemos recalcar que actualmente muchas especies de mosquitos se han vuelto invasoras —que llegan a un territorio donde normalmente no se les encontraba y muchas veces invaden sin hallar un depredador— gracias a los vuelos aéreos, autos y barcos. Es más, así fue como el mosquito fue “conquistando” terreno.

Lo mismo sucede con las enfermedades, muestra de ello es el caso tanto de zika como de chikungunya, que llegaron hace poco a nuestro país, aunque el mosquito responsable de su transmisión ya existía y nos daba guerra desde antes con el dengue.

Por si esto fuera poco, existen algunos estudios que demuestran que un mismo mosquito puede inocular a un humano dos enfermedades simultáneamente, según se puede leer en la página de la OMS.

Aedes spp. Fuente: isglobal.org
Aedes spp. Fuente: isglobal.org

El mosquito a la mexicana

Muy interesante todo esto del mosquito, las enfermedades que transmite y cómo han impactado en la historia del mundo. Pero, ¿qué hay de México hoy? 

El presupuesto para la compra de insecticidas, en búsqueda del control de la plaga del mosquito, se ha visto reducida en lo que va del sexenio. Tan sólo para septiembre del año pasado, el número de casos de dengue se vió incrementado en un 312 %. 

Ya en aquel entonces oíamos los apellidos López Gatell justificando el recorte presupuestal, ya saben, combatiendo la corrupción en lugar de quitar sólo lo que está mal acaban con todo.

Para este año no tenemos información aún, pero no falta mucho para que empecemos a ver los resultados. La pandemia por COVID-19 no terminará con el dengue,  zika y  chikungunya. Tampoco lo hará con el sarampión que, aunque no es transmitido por mosquitos, está siendo un problema de salud pública, pero nadie dice nada.

Volviendo al epígrafe de esta carta, vivimos un año en que tanto virus como mosquitos decidirán, en mucho, el destino del país y del mundo entero.

Publicado previamente en LJA.mx