Saltar al contenido

Corazón tan blanco

A veces pienso que leer por primera vez a un autor inmediatamente después de su muerte es, por decirlo suavemente, el sinónimo de hablar bien del muerto cuando, justo unos días antes, se decían pestes de él. Ha decir verdad a Marías ya lo tenía en la mira desde hacía tiempo y, sí, su reciente fallecimiento ha sido el pretexto perfecto para colarlo en la fila de libros por leer e iniciarme con: Corazón tan blanco.

No pretendo hablar bien del muerto, sólo porque ha fallecido pero, ¡qué comienzo!

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa…

Con ese bombazo empieza Javier Marías su libro.

De la obra puedo decir mucho, y a la vez poco. A través de una sarta de soliloquios, deliberaciones y anécdotas, el personaje principal va desentramando la historia. Esas reflexiones, siempre cuerdas, aunque no siempre, para el lector, ciertas, nos presentan el carácter de los personajes. Con una serie idas y venidas, de historias unas paralelas y otras transversas, él nos lleva a conocer la de Teresa, esa tía que estuvo a punto de no serlo, porque de no haber muerto, el personaje jamás habría nacido.

A veces tengo la sensación de que nada de lo que sucede sucede, porque nada sucede sin interrupción, nada perdura ni persevera ni se recuerda incesantemente, y hasta la más monótona y rutinaria de las existencias se va anulando y negando a sí misma en su aparente repetición hasta que nada es nada ni nadie es nadie que fueran antes, y la débil rueda del mundo es empujada por desmemoriados que oyen y ven y saben lo que no se dice ni tiene lugar ni es cognoscible ni comprobable

De hablar más corro el riesgo de develar la trama. Así pues he de dejar aquí mi reseña, y únicamente señalar que Javier Marías, a través de esta lectura, promete llevarme a un mundo de reflexiones de la mano de su maravillosa prosa y dominio de la lengua. Que como he dicho, y como sucede siempre, no con todas coincido, pero tampoco con todas desentono.

En el blanco corazón

Para muchos Corazón tan blanco puede resultar engorroso, incluso cansado, ese devenir reflexivo. Creo que es un libro que hay que leerse bajo en un mood determinado. En esos momentos en que estamos abiertos a escuchar (mejor dicho, leer) a otro reflexionar y hacer esa introspección propia. De todos modos espero que más de uno se aventure a leer a Javier Marías.

La verdad nunca resplandece, como dice la fórmula, porque la única verdad es la que no se conoce ni se transmite, la que no se traduce a palabras ni a imágenes, la encubierta y no averiguada, y quizá por eso se cuenta tanto o se cuenta todo, para que nunca haya ocurrido nada, una vez que se cuenta.

Si quieres leerlo puedes encontrarlo aquí.