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¡Cuba Libre! ¡Ha muerto el tirano!

Conocí a Yoani, como a varios de los que ahora considero mis amigos o mis referencias importantes por Twitter. Me llegaban enlaces a su blogGeneración Y” o RT de su cuenta a la que acabé suscribiéndome.

He de confesar que no leía todo lo que me llegaba, a veces por falta de tiempo, otras tantas porque las historias que narraba me resultaban dolorosamente conocidas. Digo conocidas y particularmente dolorosas porque eran (son) las mismas que vivían (viven) a diario mis amigos en Cuba. Algunos como ella regresaron a la isla cuando ya estaban fuera, otros decidieron no dejar la isla y la gran mayoría no ha tenido otra opción que quedarse en ella.

Hoy Fidel Castro está muerto, y de pronto me inundan tweets donde hablan de lo grande que fue. Quizás sus sueños a inició de la Revolución fueran grandes, pero el planteamiento que tuvo fue erróneo. Derrocó una dictadura para imponer otra, aún más restrictiva, aún más cruel. Hoy hablan en Twitter de equidad aquellos que me daban retweet a Yoani hace unos años. ¡Vaya incongruencia! Me queda claro que aquí el chiste es subirse al tren del meme para ganar “popularidad”.

Roberto el contrabandista

El día que yo fui a Cuba, viajé como si me fuera a mudar a la Habana, llevaba ropa, medicamentos, ya fueran de uso general como paracetamol, antidiarréicos, etc. o específicos para algunos conocidos con enfermedades determinadas y cuyo tratamiento escaseaba, llevaba jabón como si fuera a bañarme diario con una tableta nueva por un año, entre otros enseres. La bolsa de mi cámara se habían quitado los cojinetes que dividían los objetivos y se habían llenado con cartas y sobres llenos de dólares. Los nervios cuando pasaba la garita eran enormes, pero logré hacerlo, infringí la ley, oficialmente era un contrabandista.

Llegando a la Habana empezó la repartición, una vez instalado en el hotel esperé la hora acordada y sonó el teléfono: “-¿Roberto? -Sí ¿Quién es? -Soy Clarita, la amiga de tu tía. Hablaba para comentarte que pasaré por tu hotel en unas dos horas, pero si puedes no nos veamos dentro, no me dejarán entrar. Rápidamente sabrán que soy de la isla, verás de ‘Clarita sólo tengo el nombre’.” Así fue como empecé a contactar a todos los amigos y familiares a quienes les llevaba enceres. Esa era (o es) la equidad que dicen que logró Fidel.

El bloqueo económico por parte de los Estados Unidos era una realidad, definitivamente afectaba a la isla, pero no era lo único que tenía a su población así, durante años recibió el apoyo del “Este” y además México, España, Italia apoyaban, por eso ahora que dicen que Fidel “era amigo de México”, pensaba, más bien México era amigo de Cuba a pesar de que Fidel siempre opinara de nuestro país. Eso me lo enseñó Willy.

Un día por el Malecón, había comprado yo un paquete de cigarros “Popular”, quería probar el tabaco cubano, así que iba caminando por el malecón de mi hotel a la Catedral de la Habana y a buscar el Monumento al Estudiante de Medicina, cuando de pronto se me acercó Willy para que le prestara el encendedor para prender el suyo, por mi pinta pensó que era español (no puedo negar mi ascendencia aunque lo pretenda), pero a orgullo le dije que era mexicano, a lo que él me contestó “Chico, aquí tanto los españoles como los mexicanos son bien recibidos, siempre hemos sabido que México es amigo de Cuba”, luego vino una explicación más detallada.

La verdadera Habana

Gracias a Willy me adentré en la verdadera Habana, en esa que viven a diario sus pobladores, no la que nos muestran a los turistas. Comí en sus casas con paredes descoloridas y llenas de humedad, humedad que le daba un toque de sabor a la comida, sí, ese día comí un arroz que prepararon 5 días antes, que lo único que hacían era retirar la capa superior dónde se había formado moho y así lo comían, el refrigerador llevaba más de un año sin funcionar. Pretendían preparar nuevo arroz, sólo para mí, un individuo que acababan de conocer, pero que le había brindado un poco de fuego a Willy y un una sonrisa, un “chico de México” que quería conocer la verdadera Habana.

Caminamos por sus calles, nos metimos a los mercados donde las diferencias de precios eran abismales, entre los que estaban manejados por el gobierno, siempre escuetamente surtidos y los que Willy llamba de los ricos, por ser productos “prohibidos para el pueblo”, pues los costos eran inalcanzables con sus sueldos. Conocí además el mercado negro, ese en donde uno podía comprar cosas que el gobierno tenía prohibido se distribuyera entre la población, desde algún alimento hasta partes de computadora (ver los posts de Yoani para aprender más al respecto).

No entré a una sola casa, sino a decenas de ellas, a edificios a los que Yoani llama estilo yugoslavo, donde son cientos de departamentos y en cada uno de ellos muchas veces no vive lo que en México llamaríamos una familia nuclear, sino más bien parecería un todo un átomo, con electrones, protones y agregados. En ellos fabricaban puros y ron en forma clandestina para luego venderlos en forma ilegal a los turistas.

Fui invitado al bar del barrio, no a los de los turistas y ahí compartí el mejor mojito que he probado, quizás no por el ron, sino por la compañía. Gracias a Willy conocí a más gente, casi todos ellos músicos, ese día querían nuevamente invitarme a cenar, tras hablar con Willy acabamos en el zaguán de una casa, en lo que ellos llaman paladar.

Mi correo era revisado

Luego viajé a Santa Clara, ahí en la Universidad de Villa Clara conocía a Laura, una muchacha de mi edad, con quien entablé conversación también de la nada. Posteriormente se convirtió en mi primera amiga a distancia, nos carteábamos casi cada tercer mes, no porque no quisiéramos hacerlo más seguido, sino porque entre el pésimo servicio de los correos en México y el hecho de que toda la correspondencia en Cuba era revisada, era, cuando se podía, lo más rápido que recibíamos las cartas.

Puede sonar a mentira, pero creeme, las cartas eran revisadas, descubrí que el pegamento había sido retirado y en alguna ocasión se extravió una foto que yo le envié… ¿cómo se sale del sobre si no lo abren?. Un día dejé de recibir correspondencia, no tenía teléfono ni otra forma de comunicarme con ella, mis otras amistades en Cuba estaban en la Habana y en Camagüey, sólo me queda la esperanza de que se haya aburrido de escribirme. En un inicio me contaba más cosas acerca de la vida allá, cuando yo descubrí que revisaban nuestro correo pedí que fuera más prudente, lamentablemente sólo recibí después de eso una carta más.

Recuerdo el día que Rómulo, el amigo de mi papá nos contaba cuando llevó por primera vez a Freddy, el esposo de su hija (ellos se conocieron gracias a la música y el acabó exiliado en nuestro país), a que lo acompañara a Home Depot, sólo entrar a la tienda empezó a llorar y repetir “¡si tan sólo pudiera llevarle unos clavos a mi madre para arreglar su recámara!”. Hicimos algo que ya habíamos hecho con otros amigos, aprovechamos algunos conocidos en la Secretaría de Relaciones Exteriores y a través de la Valija Diplomática, herramientas, clavos, etc. Tristemente, como en todo, ese tipo de contactos se terminan cuando cambian los gobiernos, así que ese puente de ayuda no era constante, sino que fluctúa.

Yoani una mujer valiente que mostró Cuba al Mundo

Ya, en forma más reciente conocí a Yoani, a quien con quien tuve la oportunidad de entrevistarme en el 2013 con motivo de una visita que tuvo en México, platicamos unos escasos minutos, pero confirmé lo que ya sabía, los cubanos han aprendido a ser grandes a pesar de aquellos que los oprimieron, llámense Fidel Castro o los Estados Unidos. Estoy convencido de que Yoani marcó una diferencia, siendo uno de los motores para que las políticas de Estados Unidos cambiaran con respecto a Cuba.

Si ella no fue “más reprimida” por su gobierno, tal y como lo fueron su esposo o su cuñado, no fue únicamente por ser mujer, lo que ella señala como una ventaja del machismo del sistema, sino por haber sido conocida en el mundo antes que por su propio gobierno, por ese tesón de escribir e ingeniárselas para que todos tuviéramos noticias de lo que sucedía dentro de la isla. Para cuando la descubrieron era demasiado tarde, callarla hubiese sido demasiado obvio, aún así existieron víctimas de este atroz crimen de censura, afortunadamente, tendremos Yoani para siempre.

Cierro este anecdotario esperando lo mejor para todos mis amigos en Cuba, no aparecen todos aquí mencionados, pero en verdad espero que los tiempos cambien y tengamos pronto la oportunidad de ver que despegan con toda esa capacidad que han demostrado.

El proceso será lento, pero sin duda, siendo realmente Cuba Libre, tienen el potencial humano para ser la potencia de América Latina y desde luego avergonzarnos a nosotros los mexicanos, quienes, si bien no estamos en la gloria, en mucho se debe a que muchos de nosotros hemos decidido dormirnos en nuestros laureles.

 

En 1994 se dió permiso para que la gente tuviera sus propios negocios de comida, yo fui en 1998, la comida aún así muchas veces estaba fuera del alcance de los locales, y los impuestos que se imponía a los dueños de estos restaurantes instalados en sus propias casas obligaba a que muchos cerraran. Les llaman “paladar” haciendo referencia a una telenovela brasileña, ignoro cual llamada Todo se Vale, comiendo comida fresca que sólo podría pagar un extranjero, ese día invité yo, junto a otros conocidos que íbamos de México, es día como hacía mucho, algunos de ellos probaron de nuevo la comida cubana de otros tiempos.