Fue en Octubre del 2013 cuando tuve el honor de conocer al Dr. Alfredo Quiñones Hinojosa, mejor conocido por sus compañeros y pacientes como Dr. Q. En aquella ocasión asistía para cubrir el evento de 21 Mentes Brillantes al cuál fue invitado como ponente y del cual sin lugar a dudas se llevó uno de los lugares estelares de dicho encuentro.
Aquella vez tras lograr estrechar su mano y lanzarle alguna pregunta corrí a buscar su libro en esa especie de librería improvisada que que montó Gandhi entre las escaleras eléctricas del Centro Banamex. No me pregunten por qué razón el libro del Dr. Quiñones a quien desde ahora llamaré “Dr. Q” , fue quedando en la lista de pendientes y no porque hubiese perdido el interés en su autobiografía y en el personaje en sí, sino porque iba siguiendo su historia en internet, sus publicaciones, etc., hasta que un día volví a toparme con el libro y lo leí.
Daba la casualidad que iba a la mitad del libro cuando salía la noticia de que al parecer Walt Disney en cooperación con la productora de Brad Pitt sacarán en la pantalla grande esta maravillosa historia, (también me tardé en escribir la reseña), que de no ser porque lo conocí en persona aún parecería una fantasía propia de la casa de Mickey Mouse.
No pretendo adelantar nada del libro, simplemente lo que cualquiera puede suponer desde que lee el título completo del libro, “Dr. Q. La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano”. Yo aclararía que además no sólo era un jornalero migrante, sino que tenía el agravante de ser “ilegal”, no hablar inglés, un increíble etc. y venciendo cientos de obstáculos, logró estudiar en U.C. Berkeley, la carrera en Harvard y realizar la especialidad en la Universidad de California Campus San Francisco y trabajar en la John Hopkins donde además de ser un reconocido neurocirujano, subespecializado en tumores cerebrales, coordina un laboratorio de investigación sobre cáncer cerebral.
Dr. Q mezcla de virtudes y fortuna
Venció las barreras económicas, del idioma y de la discriminación, convirtiéndose para muchos, dentro de los que me incluyo, en un estandarte de que se pueden alcanzar los sueños, inclusive aquellos que nunca se imaginaron, pues el mismo Dr. Q cuenta en repetidas ocasiones a lo largo de su libro que el no pensaba ser Neurocirujano, pero el destino si es que usted cree en él, o las circunstancias, sumadas a su esfuerzo y dedicación fueron guiando su vocación hasta lograr ser lo que es.
Pero Dr. Q no estuvo sólo, como diría Malcom Gladwell en su libro “Outliers”, para que una persona alcance el éxito se requieren la suma de su capacidad intelectual, su empeño, su orgullo, su fortaleza y su constancia, todo eso es cierto y sumamente admirable en el originario de Palaco, Mexicali, B.C. Pero en él, como el diría el columnista de New Yorker, hace falta un poco de fortuna, de estar en el momento adecuado, el lugar adecuado, con las personas adecuadas, y ese fue el caso de Dr. Q. A lo largo de su libro, si bien refuerza esas virtudes propias que lo sacaron adelante siempre reconoce haber conocido a gente que fue colaborando a que su vida lo llevara a convertirse en profesor de Oncología y Neurocirugía de la Universidad John Hopkins tras graduarse con honores de la U.C.S.F. y de Harvard.
Muy temprano sus abuelos marcaron una filosofía de vida en él, para después, conforme iba aventurándose en Estados Unidos y producto de su propio orgullo al no querer ser menos por no saber inglés, fue conociendo a gente que descubrió su potencial y lo fue estimulando, desde orientadores vocacionales hasta profesores de talla reconocida en todas las instituciones que mencioné antes. Con decirles que entre otras personas el Dr. Q estudió su doctorado con el Dr. Arturo Álvarez-Buylla. Pero no confundamos, el haberse topado con gente que lo apoyó también implica de parte de él otro talento, el saber distinguir y aprovechar las oportunidades, que no cualquiera sabe hacerlo.
Un libro realmente fascinante, que llegó, como llegaron los “mecenas” del Dr. Q, en el momento justo de mi vida, para darme un nuevo aliento para seguir luchando por mi sueño de combinar la clínica con la investigación básica, con el pero de que en este país el apoyo para la investigación es muy poco y menos aún en provincia, pero hoy tengo la esperanza de que encuentre alguien que esté dispuesto a arriesgarse conmigo, y así como el Dr. Q formar un equipo multidisciplinario que me ayude a ver si las ideas que salen de mi cabeza tienen algún sentido o a descubrir mientras lo averiguamos algún otro paradigma que nos ayude a seguir ayudando a los demás.