Por Albert Camus Ediciones de la Banda Oriental
Calificación: 4 de 5 estrellas
Definitivamente Camus tiene lo suyo cuando se trata de analizar a la sociedad y las emociones. Cuando leí La Peste se convirtió en uno de mis autores favoritos. Con El extranjero no es la excepción.
Desde que uno debe morir, es evidente que no importa cómo ni cuándo…
El extranjero no es una novela para Televisa o Televisión Azteca, es una novela que te hace recapacitar, ante la anhedonia, el desinterés, la apatía. Cuando pasaba sus hojas me quedaba pensando acerca de ¿cómo era posible que alguien pueda decir que le es indiferente la muerte de su madre? Sobre todo si él mismo refiere que tampoco había tenido problemas con ella. Pero no sólo eso, Meursault es indiferente hasta su propia muerte.
Ya en 1942, cuando Albert Camus escribía esta obra, denunciaba la clase de seres humanos que la sociedad estaba creando, en donde se olvida de su valor individual y la pertenencia a una comunidad. ¿Qué pensaría ahora en donde somos “ciudadanos de un mundo cibernético”?
…no veía razón para cambiar de vida. Pensándolo bien, no me sentía desgraciado. Cuando era estudiante había tenido muchas ambiciones de ese género. Pero cuando debí abandonar los estudios comprendí muy rápidamente que no tenían importancia real.
La apatía del hombre ante la sociedad
Si en aquella época el argelino criticaba la frialdad de un mundo más tecnócrata, afectado por dos guerras mundiales, hoy considero la indiferencia del individuo hacia su medio es aún mayor. Fingimos que nos importa, pero en realidad, sólo pretendemos cambiar el mundo desde nuestro celular, con un comentario en Twitter o Facebook o dando like a aquel comentario que nos gustó, aunque no forzosamente nos identifiquemos con ello.
…pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que después de todo, nada había cambiado…
Una sociedad donde la carencia de valores arrastra al hombre a un mundo donde nada importa, hasta que ya al final, descubre que la felicidad no estaba en la religión, ni en la confianza de una sociedad donde los mecanismos y leyes parecen olvidarse del ciudadano, sino que la felicidad radica en uno mismo, en su propia existencia y en la capacidad del individuo de encontrarse a si mismo.
Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía.
Un extranjero en su propia sociedad
Meursault se vuelve un crítico de su propia sociedad, una sociedad con una moral sin sentido, que regula todo, inclusive que lo juzga aun más por no haber llorado en el funeral de su madre que por el hecho de haber asesinado a un hombre.
En nuestra sociedad, un hombre que no llora en el funeral de su propia madre corre el peligro de ser sentenciado a muerte por la sociedad.
Una obra del movimiento existencialista, como La Náusea que revisamos recientemente y escrita por el inicialmente amigo de Camus, Sartre.