Un día leía en la revista Selecciones (Reader’s Digest México) una colección de frases que dictaba algo así como «todo aquello que usted no sabía del mundo de la Medicina», lamentablemente no recuerdo el nombre del artículo (era una recopilación de frases y opiniones de diversos médicos) ni el número de la revista, pero bueno, una de las frases que decía un doctor ahí era que, todos los pacientes piensan que el que está de director de un hospital o de jefe de servicio, debe ser el mejor de su área cuando suele ser lo contrario.
Tal vez si lo viésemos como lo vería Darwin, podría ser lógica esa escala evolutiva, pero resulta que es generalmente a la inversa, pareciese que la naturaleza, la casualidad o Dios, como quiera verse (dependerá de si se es agnóstico o creyente de alguna religión), protegen a los pacientes de manos incompetentes, tristemente los puestos de gobierno en hospitales e insitituciones gubernamentales (no solo de salud, pero ese es nuestro tema) están llenos de ególatras, gentes que piensan que todo lo saben, poco se actualizan, únicamente disfrutan de su escritorio, de codearse con «personas importantes» y de que su nombre aparezca en los directorios de las instituciones. Pocas veces y es que debo aclarar que no siempre es así, encontramos directivos que realmente merecen esos puestos, gente que se ha distinguido por estar siempre actualizado, a la vanguardia investigando y generando nuevos conocimientos, pero sobre todo que se preocupan por los pacientes o usuarios si quieren llamarlos así.
No, en la Medicina no todo es asistencial, es cierto que no todos los médicos gustan de ver pacientes y que también son necesarios aquellos que ejercen actividades de investigación básica o con muy poco contacto con el paciente, creo que esa área nos resulta comprensible. También es cierto que hay la necesidad imperiosa de médicos que ocupen las áreas administrativas, en teoría nadie como un médico o alguna profesión similar para comprender y diseñar programas de salud apropiados, programación de presupuestos y compras lógicas y bien planeadas, de tal modo que se logren realizar actividades de prevención, detección, atención y rehabilitación oportunas, que los médicos «asistenciales» cuenten con las herramientas y recursos necesarios para ello, así que es cierto, hay galenos que no estarán en contacto con el paciente, pero no por ello debe de dejar de importarles, al contrario, sus acciones, en ocasiones una simple firma, no solo se verá reflejada en un paciente, sino en cientos o inclusive miles de ellos.
Desde esos puestos, poco se acuerdan que se deben a la salud, ya sea de un individuo o de una comunidad, muchos lo fijan como una meta en la vida «ser el director», «ser el jefe de servicio», la verdad es que no estaría mal si en realidad esa meta se cumpliera como tal, si se fuera jefe, con todo lo que la palabra implica, si se fuese director con todo lo que el adjetivo implica, con el cumplimiento de sus obligaciones y responsabilidades y no solo con el fin de gozar de sus «derechos». Tal pareciese que se llega a una jefatura y esta se vuelve excluyente de responsabilidades, cuando yo puedo confesar que no me llaman la atención porque creo que son todo lo contrario, a más alto rango, mayor será tu responsabilidad y por ende la carga de trabajo.
A quien me conoce le costará trabajo creer que el puesto no me interesa, porque me ven moviéndome, haciendo grilla creando asociaciones e inclusive presidiendo una, pero en verdad les digo que los puestos como tal no me interesan, porque mi vocación me dicta luchar desde las trincheras (en las áreas asitenciales, docentes y de investigación clínica) ahí es donde me gusta estar. Reitero que además considero que es un lugar al que se debería de acceder aquél que tiene una preparación específica para ello y considero que ese no es mi caso. Por si esto fuera poco, en casa tengo el ejemplo en mi padre de que ser un verdadero jefe implica sacrificios y esfuerzos, porque si un médico debe estar siempre dispuesto a trabajar en pro de los pacientes, el jefe de servicio debe ser el primero de todos, por otro lado experiencias como la mía en una dirección me indican que como decía de la generación X, la gente tiende a dejarte de lado y posicionarte como el responsable de todo, esto lo digo porque cuando conoces verdaderos directivos, el trabajo parece que provocara eso ¿por qué? No lo sé pero tengo mis teorías:
- Aquel jefe que realmente trabaja se ganará enemigos en aquellos que buscan su puesto por los supuestos derechos y no por las obligaciones, aquellos amantes del mínimo esfuerzo, la razón, un verdadero jefe los hará trabajar.
- Aquel que es realmente bueno como dirigente brillará y eso no le gusta a los que pseudodirigen
- Un buen jefe aprende a delegar, pero cuando la maquinaria no trabaja procura suplir la pieza y mientras tanto el hacer lo que ese elemento haría, cuando lo detectan el resto del equipo, acostumbrados a dejar todo al jefe, se van retirando, hasta que el jefe explota y entonces es el inquisidor.
- Un buen líder no tendrá empacho en decirle no únicamente a sus subordinados, sino a sus iguales e inclusive a sus superiores su opinión y por ende sin empacho dirá lo que no le parece, eso obviamente no le gusta a la generalidad de los que ocupan puestos de gobierno en instituciones públicas o privadas, así que un buen líder a veces no tiene buenos «contactos», indispensables en el mundo de la «política de las influencias»
En conclusión, hay un bajo índice de jefes que valgan realmente la pena, porque aquellos que bien pudiesen hacerlo, son lo suficientemente inteligentes para aprender de la experiencia de los demás. Hay quienes aún viéndolo caen una vez y aún más raros son los que caen dos veces. En cambio, aquellos que buscan la ley del mínimo esfuerzo, gozan de la «popularidad» y el «prestigio» que un título «nobiliario» les da ocupan dichos puestos con facilidad y viven indiferentes a los problemas o responsabilidades que los rodean. Esto hace que la selectividad evolutiva lleve a que por lo general los puestos directivos de hospitales e instituciones de salud estén ocupados por gente que en realidad no son los mejores para ello.
Y sí, la culpa la tenemos todos, aquellos que queremos trabajar aunque nuestra vocación no nos lleve a puestos administrativos por no exigir buenos líderes y a su vez apoyarlos. Estos últimos por no luchar y saber formar equipo con aquellos que desde la trinchera los harán fuertes. Los pacientes por no exigir que las instituciones que los atienden estén en manos capacitadas y que a veces caen en el juego del snob de la dirección. Obviamente que me quejo y considero que tienen gran culpa aquellos que buscan la ley del mínimo esfuerzo, ya sea en las trincheras o en los puestos de control.