Los libros pueden transportarnos a lugares que existen sólo en la imaginación; otros describen la realidad en sin una pizca de fantasía. Pero existen algunos, como Fantasmas, que nos bañan de de nuestra realidad en medio de la ficción.
En los libros podemos encontrar la respuesta a nuestras preguntas y, muchas veces, más preguntas por contestar. Algunos nos ayudan a descubrir cosas que ni imaginábamos existían. Otros nos permiten ver nuestra realidad desde otra perspectiva o, como dice Auster, a especular sobre nuestros mismos.
Aquí un ejemplo, en este fragmento Azul bien pudiera estar viviendo hoy en medio del confinamiento:
Hasta ahora Azul no ha tenido muchas oportunidades de permanecer inactivo, y esta nueva ociosidad le ha dejado un poco perdido. Por primera vez en su vida le parece que le han dejado a solas consigo mismo, sin nada a qué agarrarse, nada que le permita distinguir un momento del siguiente. Nunca ha pensado mucho en su mundo interior, y aunque siempre ha sabido que estaba allí, ha sido un territorio desconocido, inexplorado y por tanto oscuro, incluso para sí mismo. Se ha movido rápidamente por la superficie de las cosas hasta donde puede recordar, fijando su atención en esas superficies sólo con el fin de percibirlas, valorando una y pasando a la siguiente, y siempre se ha conformado con el mundo tal cual era, sin pedir más a las cosas que su presencia allí. Y hasta ahora allí han estado, vívidamente grabadas contra la luz del día, diciéndole claramente lo que son, tan perfectamente ellas mismas y nada más, que nunca ha tenido que detenerse ante ellas o mirarlas dos veces. Ahora, de repente, con el mundo apartado de él, sin nada que ver excepto una vaga sombra llamada Negro, se encuentra pensando en cosas que nunca se le habían ocurrido, y esto también ha empezado a inquietarle. Si pensar es quizá una palabra demasiado fuerte en este momento, un término algo más modesto —especulación, por ejemplo— no se alejaría de la realidad.
Paul Auster
Especular, del latín speculatus, que significa espejo. Porque mientras espía a Negro al otro lado de la calle es como si Azul estmdera mirándose al espejo, y en lugar de simplemente observar a otro, descubre que también se está observando a sí mismo. La vida se ha ralentízado tan drásticamente para él que Azul ahora es capaz de ver cosas que antes escapaban a su atención. La trayectoria de la luz que pasa por la habitación cada día, por ejemplo, y la forma en que el sol a ciertas horas refleja la nieve en el extremo más lejano del techo de su habitación. Los latidos de su corazón, el sonido de su aliento, el parpadeo de sus ojos, Azul es consciente de estos minúsculos acontecimientos, y por más que intenta no fijarse en ellos, persisten en su mente como una frase absurda repetida una y otra vez. Sabe que no puede ser verdad, y sin embargo, poco a poco, esta frase parece estar cobrando sentido.