Aprovechando las fiestas de día de brujas y de muertos, cada vez más entremezcladas, quiero hacer un breviario cultural sobre uno de los personajes más emblemáticos del terror y su origen relacionado con la ciencia.
En 1816, el mundo entero vivió uno de los inviernos más crudos, por lo que fue considerado como un año “sin verano”. Todo comenzó en 1812, cuando un estrato volcano inició su actividad. Recibe el nombre estrato volcano debido a que tiene una forma cónica elevada (muchos superan los 2,500 metros de altura), conformada por ceniza y priclastos (material expulsado por el volcán), sus períodos explosivos son largos y su lava es muy viscosa. Tiene fuentes de magma con altas cantidades de sílice, dacita, riolita y andesita.
Hablamos del volcán Tambora, que conforma la península de Sanggar, al norte de la isla Sunbawa, Indonesia.
En 1815, el Tambora fue protagonista de la erupción más grande observada por el hombre, alcanzando un índice de explosividad volcánica de 7 (él máximo registrado antes de nuestra era es de 8). Los flujos prioclásticos bañaron toda la península y llegaron al mar y la caída de tefra (ceniza y material expulsado por el volcán) devastó las tierras de cultivo causando más de 60,000 víctimas. Tanto Europa como Norteamérica experimentaron un año sin verano, donde la temperatura global promedio se redujo en un grado y la nieve y heladas destruyeron muchos cultivos, provocando escasez de alimentos con la consecuente inflación e inviernos brutales, dado como resultado que sólo en Europa murieran 200,000 personas aproximadamente.
Otros impactos de esta erupción volcánica y el consecuente cambio climático fueron que por ejemplo en Hungría e Italia la nieve se volviera de color marrón y roja por efecto de la ceniza volcánica. La trefa además ocasionó increíbles puesta de sol, que aparentemente dieron origen a la coloración amarilla que ahora asociamos a este evento astronómico.
Aquel año, se observaron grandes manchas solares a simple vista, culpándose a estas de dichos cambios climatológicos, sin imaginar que las cenizas expulsadas por el volcán Tambora hubieran llegado tan lejos y causaran aquellos crepúsculos asombrosos. Nadie, hasta William J. Humphreys, climatólogo de Estados Unidos, en 1920 dieron con la respuesta correcta. Él estableció la relación entre los dos fenómenos y explicó que el velo de polvo suspendido en el aire era el responsable del color al reflejar la luz del Sol.
Pero el efecto obtenido y que nos produjo esta nota, es que el cambio terrible en el tiempo obligó aun grupo de escritores a mudarse a Suiza, hospedándose en la casa de Lord Byron. Este encierro motivó a los amigos a desafiarse a crear la historia más aterradora. Quién ganó fue la Mary Shelley, con Frankenstein, pero otra historia de este helado invierno sería la base de Drácula.
Otra historia que frecuentemente sale a la luz en estas fechas son sin duda las Brujas de Salem. En 1692 en esta comunidad puritana enclavada en Massachusetts, ocho niñas enfermaron con síntomas aterradores, gritos incoherentes, alucinaciones, convulsiones y hasta se arrancaban la piel. Los médicos de la época no pudieron encontrar una causa médica a su comportamiento y como respuesta irracional esperada (aún hasta nuestras fechas) lo más fácil fue optar por pensar en una brujería.
Como resultado, surgió las “Salem Witch Trials” cobrando la vida de veinte personas a quienes se les acusó de brujería, queda claro que sin la menor evidencia, únicamente la sospecha. ¿Pero realmente qué fue lo que causó tales síntomas en aquellas ocho niñas?
En 1976, Linda Caporael sugirió que las niñas sufrían envenenamiento por cornezuelo (Claviceps purpurea), un hongo que infecta los cultivos de cereales y forma un alucinógeno, base de drogas como la LSD, y que se cree, están relacionadas con muchos extraños sucesos a lo largo de la Edad Media, como la “Danza de la Muerte”.
Cuando el individuo ingiere el cornezuelo a través del pan, se libera una micotoxina potente, presentando cefalalgias (dolores de cabeza), paranoia, ataques convulsivos, ardor y prurito (comezón), vómitos y hasta alucinaciones; síntomas bastante consistentes con los presentados por las brujas de Salem. Por otro lado, los registros climáticos de Salem en 1691 indican que presentó un invierno seguido por una primavera cálida y húmeda, características necesarias para el crecimiento del cornezuelo.
No hay forma de saberlo con absoluta certeza, pero parece que el cornezuelo fue un factor determinante para los juicios a las brujas. En Salem se gestaba con desigualdad, el miedo a los indios nativos, agrias disputas de tierras y represión sexual, haciendo que el cornezuelo fuera el detonante para una situación ya gestada.
No hubo brujas después de todo, pero como hasta ahora, las pruebas no eran producto de fuerzas sobrenaturales sino de la maquiavélica mente humana.
Un agradecimiento en particular a Emisores de Ciencia, ya que fueron inspiración y origen de esta nota: facebook.com/EmisoresdeCiencia