¿Qué me atrajo a la enseñanza? Podría hablar de un conjunto de porque’s y no uno solo. Porque mis padres sembraron en mi ese gusto por compartir lo que sé. Porque necesitaba un sueldo extra que coadyuvara a la economía familiar. Pero tal vez la más importante, por la convivencia con los jóvenes, que en me permiten recordar las ganas que tenía por llegar a ser médico, la curiosidad por aprender, el buscar comerme el mundo y al mismo tiempo vivir en cierta parte despreocupado por las situaciones económicas (en cierta forma, porque a su edad ya la economía familiar es un problema para ellos) y la frescura propia de la edad. Además agreguemos que la docencia nos obliga a mantenernos actualizados y en la Medicina cada día hay algo nuevo que enseñar y por ende que aprender.
Veo con tristeza sin embargo un cambio generacional, si tomamos en cuenta que salí hace poco de la maestría y de la especialidad y estas las hice terminando la carrera, el espacio que me separa de mis alumnos y mi “salida” de las aulas es nulo, aún así esos 10 a 15 años que separan su entrada y la mía a la universidad, bien conocidos como una generación, representan un cambio radical en las prioridades y en las bases de los estudiantes.
Ya en ocasiones previas, por ejemplo mi columna anterior, he criticado el abandono de algunas materias por considerarlas no “importantes” y del grave problema que representa ese falso paternalismo impuesto por nuestras autoridades, cada vez más “oficial” con propuestas tales como la inexistencia de la figura de “reprobar” una materia o año escolar. La burocracia que permite a maestros cobrar un salario pero no enseñar, tema que escandaliza a todo el país cada vez que salen las calificaciones de distintas instituciones que miden nuestro desempeño académico en áreas como las matemáticas, la lectura, etc. pero que quedan solo como llamaradas de petate, sin ningún efecto.
He hablado también de esa falta de curiosidad en el joven actual, que colabora muy poco a que busque nuevos conocimientos, esperando que estos le sean otorgados en una especie de guía escrita, como cualquier libro de autoayuda, esperando que mágicamente el conocimiento ingrese y se procese en su cerebro, peor aún, sin ningún tipo de procesamiento lógico lo que impide que puedan razonar lo obtenido, quedando como vil información en un disco duro. Los jóvenes actuales son incapaces, en su mayoría, de buscar información y menos aún de analizarla e incorporarla a su bagaje cognitivo y posteriormente aplicarlo.
Es por ello que en estos días he decidido hacer una especie de análisis de aquello que me dejaron mis profesores durante la universidad (y tal vez se escape alguno previo) y que quisiera que mis alumnos tuvieran para sí, más allá del nombre de enfermedades extrañas, huesos o músculos, alejado totalmente de los receptores y de medicamentos impronunciables, porque son esas enseñanzas las que me han ayudado a triunfar, en definitiva y sin falta de modestia, los nombres de los medicamentos y a comprensión de las enfermedades las he obtenido yo solo, por fuera del aula de clases, gracias precisamente a aquello que mis profesores me enseñaron.
Si bien me refiero a estudiantes de Medicina porque es la carrera en la que imparto clases y en la que me desempeño profesionalmente, creo que muchas de las enseñanzas de mis maestros aplicarían en cualquier área.
Para empezar, alentaría a mis alumnos a que hicieran un análisis del por qué están estudiando la carrera de Medicina, pero no importa realmente si hablamos de futuros médicos, abogados, arquitectos, ingenieros o aprendiz de cocinero, ¿realmente sabes por qué estas estudiando la carrera en la que estás?
El otro día oía a una compañera de la universidad decirles a sus estudiantes algo que me quedó muy grabado: “si voy a un Kinder y le pregunto a un niño que quiere ser de grande y me responde médico, le preguntaré el por qué quiere ser doctor, sin duda alguna me responderá que es porque quiere curar gente. Uno esperaría que un estudiante de Medicina me pudiera dar una respuesta con más sustancia y fundamento”. Tristemente no es así, el estudiante de Medicina, de Derecho o de Gastronomía se limita generalmente a responder, “porque me gusta”.
Obviamente que cuando se ingresa, poco o nada se sabe de la carrera a la que entramos, así que nuestra respuesta no puede estar sustentada al 100% en la ciencia médica, pero no puede quedarse en un simple me gusta, ya que de inmediato lanzaría otra pregunta ¿te gusta qué?
Habiendo ya establecido que nos tiene estudiando Medicina o lo que sea que estudiemos, vienen otra serie de consejos, los primeros son principalmente para los estudiantes, aunque aplica en cualquier etapa de la carrera, incluso al borde de la jubilación, las segunda tanda aplica principalmente para el desempeño de la carrera.
En primer lugar invitaría a ser críticos de todo lo que nos rodea, empezando por aquello que se nos enseña, hoy en día se practica una tendencia llamada Medicina Basada en la Evidencia, es decir, nada es verdad si no es demostrado. Aquí parto con lo primero que aprendí de la carrera, no recuerdo a que profesor se lo oí por primera vez, pero muchos lo decían: “No me crean a mí, estudien, lean, busquen más”. Si bien hablábamos en artículos previos que en Medicina nada está escrito, al menos no en ese sentido bíblico y de fe, si es cierto que la forma en que se transmite el conocimiento en el área científica es publicándolo, y al publicarlo deberá ir acompañado de una demostración matemática del fenómeno, no basta con conseguir que una editorial o una revista imprima un artículo mío, este deberá estar sustentado en la estadística.
La transmisión del conocimiento en forma oral o anecdótica está abolida entre los médicos, no se vale hablar de experiencia sino de evidencia, obviamente que la experiencia tiene su valía, sobre todo en cuanto a los procederes, pero nunca tendrá el mismo peso que algo demostrable y repetible. Así que desde estudiantes debemos acostumbrarnos a buscar la demostración de todo aquello que nuestro maestro nos diga y no confiar y creer a pies juntillas todo lo que se nos enseña, el profesor puede estar equivocado o inclusive falseando la información en forma intencionada, como alguna vez me sucedió.
De aquí me pasaría a otro consejo básico, el profesor por más interés que tenga de enseñar, no puede estar más preocupado por mi formación que yo mismo. Mal que bien quien está frente al grupo ya tiene un título, quien persigue ser médico y ser bueno en lo que hace y hará debe ser el estudiante. En las carreras universitarias el maestro no debe ser más que una brújula que orienta la dirección a tomar, pero es el estudiante el que debe buscar su propia formación. Aquí juega un papel importantísimo esa ausencia de la curiosidad, sin ella el estudiante entra en el conformismo de pseudoaprender aquello que el profesor dice, sin buscar ir más allá.
Resultaría pretencioso resumir las enseñanzas de mis maestros en una sola columna, por lo que mantengo hasta aquí esta breve transcripción y continuaré en mis siguientes entregas.