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Haciendo ciencia con videojuegos

Estructuras de proteasas retrovirales propuestas por jugadores de Foldit. (Imagen: Nature)

Versión extendida del artículo publicado en Ultra Noticias

Por lo general culpamos a los videojuegos del poco interés que le ponen los jóvenes a los estudios y por ende a la ciencia, pero no siempre es así, para muestra los resultados obtenidos por investigadores de la Universidad de Washington:

Existen unas enzimas llamadas proteasas retrovirales, las cuales son importantes para la maduración y proliferación de los retrovirus, entre ellos el responsable del SIDA. Las investigaciones realizadas por los científicos para encontrar medicamentos que bloqueen estas enzimas han sido infructuosas al no conocer con exactitud la estructura de la molécula.

Ante tal situación, los investigadores optaron por realizar un nuevo proyecto, invitaron a videojugadores a participar en el proyecto online “Foldit”, un juego que permite a los jugadores a colaborar compitiendo en la construcción de la estructura molecular de las proteínas. Para ello utilizarían la intuición humana en donde los métodos automatizados habían fracasado, según comentó el Dr. Firas Khatib, del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Washington.

Los modelos generados por los jugadores resultaron ser bastante buenos para que los investigadores pudiesen determinar en pocos días la estructura de la enzima, además de resultar óptima para el uso de medicamentos destinados a desactivarla, lo que sin duda será de gran ayuda en el tratamiento del VIH. Los resultados de este estudio fueron publicados en la revista Nature Structural & Molecular Biology, donde los científicos y jugadores aparecen como co-autores.

Para la programación de “Foldit” los investigadores trabajaron en conjunto con Baker Lab. y ha cautivado a miles de jugadores alrededor del mundo. El juego bien podría embonar en la clasificación de rompecabezas (puzzle), donde se explora la habilidad espacial de los jugadores quienes deberán rotar las cadenas de aminoácidos en una especie de “Tetrix”.

Para leer el artículo en Nature:  doi:10.1038/nsmb.2119