En su número más reciente la revista New England Journal of Medicine aborda un tema que puede resultar de gran interés, tanto a pediatras, inmunólogos y alergólogos como a las madres de miles de niños alérgicos al huevo.
Lo que hicieron los investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill fue exponer a pequeñas cantidades de huevo, las cuales se fueron incrementando paulatinamente a lo largo de dos años a niños que presentaban alergia a este alimento. Para ello seleccionaron niños entre 5 y 11 años con alergia al huevo, previamente confirmada con pruebas de punción en la piel, historia clínica y presencia de anticuerpos contra la proteína del huevo en la sangre.
Se trató de un estudio doble ciego, es decir, tanto quien administra el tratamiento y evalúa los resultados como el paciente ignoran que tratamiento se les está dando, de esta manera se evita sesgar el estudio e inclinar los resultados hacia algún resultado; por otra parte permite evaluar el efecto del tratamiento contra el placebo, lo que quiere decir, el simple poder de la sugestión de estar recibiendo una terapia, lo cual puede tener efectos en algunos padecimientos.
En el caso de este estudio se les dio a 40 niños (el grupo de estudio) la proteína de huevo en polvo, mientras que otros 15 (el grupo control) se les dio almidón de maíz como control. A ambos grupos se les dieron las mismas instrucciones sobre como administrar el tratamiento e incrementar las dosis en forma paulatina. Iniciando con unos pocos granos del ‘polvo’ incrementando poco a poco a dos gramos, lo que equivale a un tercio de un huevo.
Tras veintidós meses, treinta de los cuarenta niños que recibieron el tratamiento fueron capaces de consumir 10 gramos de clara de huevo en polvo sin tener una reacción visible en la piel o reacciones pulmonares (tipo asma). Cinco de los 40 niños tuvo una reacción al huevo, al igual que todos los niños que pertenecían al grupo placebo. Cinco niños tuvieron reacciones alérgicas al tratamiento al iniciar el estudio por lo que se les retiró del programa.
Cuatro a seis semanas después de interrumpir el tratamiento, 29 de los niños que no reaccionaban a la prueba cutánea para alergia al huevo, fueron evaluados nuevamente, en esta ocasión se les administró 10 gramos de clara de huevo en polvo y un huevo cocido, once de ellos dieron negativo a las pruebas cutáneas para alergia. Tras un año de tratamiento 10 de los 11 últimos seguían consumiendo huevo a su gusto.
Al parecer este aumento progresivo en la cantidad administrada de huevo ‘recicla’ el sistema inmune permitiendo que algunos niños sensibles a la proteína del huevo pudieran comerlo sin complicaciones, incluso después del tratamiento. Esto ya era un fenómeno relativamente conocido en el gremio médico y al cual se le conoce como desensibilización, aún así este estudio abre nuevos horizontes a los investigadores, quienes ahora tienen el reto de detectar que pacientes tienen mayor potencial de beneficiarse de una terapia de este estilo y a quienes de ellos no les ofrecerá ninguna mejoría.
Este estudio viene con una advertencia, no intente esto en casa, aún no existen criterios bien establecidos para realizar esta terapia y la Food and Drug Administration (FDA) deberá establecer pautas para ello, así como la COFEPRIS lo deberá hacer en nuestro país.
Pero independientemente de lo que se trate el estudio, quise exponer el mismo para ilustrar una característica importante de los estudios científicos y de lo que carecen en su mayoría los medicamentos milagro o pseudocientíficos, en este caso un estudio doble ciego, bien controlado, fácilmente reproducible (con todos sus controles de calidad y seguridad) por cualquier científico en cualquier parte del mundo.
He señalado en varias ocasiones que las ‘investigaciones milenarias’ con que se anuncian estos productos no tienen ningún sustento científico, porque en caso de ser cierto que se han utilizado desde hace años, como por ejemplo el ‘té de víbora’ para todos los males, la hierba ‘cola de caballo’ para los padecimientos en vías urinarias, etc. carecen de estudios serios, donde sus efectos sean evaluados contra el placebo.
Curiosamente en el ambiente de la fitoterapia hay ciertos grupos de científicos que poco a poco han ido haciendo evaluaciones serias, encontrando que ciertamente algunos de los productos tienen propiedades curativas, de hecho muchos tratamientos en la medicina (científica) tienen su origen en plantas, pero para ello se siguió un proceso comprobable y riguroso, no la simple observación de un fenómeno.
Recordemos que la observación es tan solo la primera parte de una serie de pasos que constituyen el método científico que termina tras un planteamiento de hipótesis en el desarrollo de un experimento para demostrarla, querer resumir a la Ciencia a la mera observación implicaría un retraso histórico.
Tristemente en nuestro país, como en gran parte del mundo nos conformamos con creer en lugar de buscar el saber, es decir, preferimos pensar que lo que nos dice el merolico tradicional en el mercado o bien los más modernos en la televisión, utilizando en muchas ocasiones a figuras públicas, por ej. Maribel Guardia o Andrés García, como ‘garantía’, son verdad y no los productos que costaron años de investigación, con lo que ello implica.
¿El motivo es económico? No forzosamente, muchas veces productos como ‘Coledia’ u otros resultan igual o inclusive más caro que los medicamentos que científicamente han demostrado su valía. ¿Qué es entonces lo que nos hace caer en el juego? No lo sé, usted ¿qué propone?