Así como a los vinos les afecta el terroir, el clima, la contaminación ambiental, el maridaje escogido, las condiciones meteorológicas y lugar donde se prueba y hasta la compañía de quien lo cata etc., los libros se ven afectados por el lugar, el tiempo y el estado de ánimo de quien los lee. Es por ello que siempre aclaro que las estrellas con las que los califico hablan de mi disfrute, no de aspectos técnicos o la maestría con que estén abiertos. Tal es el caso de La carretera, de Cormac McCarthy.
Duda: ¿En qué difiere el nunca será de lo que nunca fue?
Este libro estaba en mi mesa de noche cuando mi papá murió. Lo comencé unos días antes. Se mantuvo sin leer casi una semana y media. Y para colmo, el tema parecía embonar perfectamente con lo que acontecía en mi vida en esos momentos. Estas «casualidades» suelen sucederme a menudo. O, ¿es qué uno ve escondido en los libros mensajes según sus circunstancias? Esa es una posibilidad.
Sobre el libro
Un padre y su hijo, cuyos nombres no sabemos, huyen al sur. Caminan empujando un carrito, con escasos víveres, en ocasiones ni a eso llegan. Ignoramos qué pasó. Sólo sentimos la angustia de un padre por proteger a su hijo en un mundo desolado, cubierto de cenizas, de cadáveres quemados y fundidos en el pavimento. Donde algunos, los «malos», llegan, incluso, a comerse a otros con tal de subsistir.
Acamparon allí y cuando se acostó supo que no podría continuar y que era aquí donde moriría.
El hombre trata, con todos los medios, de mantener el optimismo en el chico. Este, como buen niño, resulta ser observador, curioso y, sobre todo, directo. Con gran crudeza aborda al padre y lo confronta ante ese oscuro porvenir. No se ve nada más que desolación y una inminente muerte, ya sea a mano de un grupo de caníbales o de la inanición. ¿Cuál será la mejor manera de acabar?
En esta carretera no hay interlocutores de Dios. Se han ido y me han dejado aquí solo y se han llevado consigo el mundo.
Cormac McCarthy, con escasos datos sobre los personajes, y pavorosas descripciones de un mundo sin luz, nos lleva a caminar por la carretera a un lado de ellos. Sentimos su angustia, valoramos al padre que protege a su hijo a pesar de su propia desesperanza, que busca un mundo mejor para él, a pesar de no creer que eso exista.
En la carretera
Me encuentro en mi propia carretera, vi a mi padre protegiéndome del mundo, aun a pesar de su propia desesperanza. Siempre capaz de mostrarme un lado positivo, aun cuando por dentro el terror lo carcomiera. Pero no sólo lo veo protegiéndome cuando era niño, sino hasta el último día, hasta el último aliento.
Dijiste que no me abandonarías nunca.
Lo sé. Perdona. Te llevo en mi corazón. Como te he llevado siempre. Eres el mejor que conozco. Siempre lo has sido. Aunque yo no esté tú puedes seguir hablándome. Puedes hablarme y yo te hablaré a ti. Ya verás.
¿Te oiré?
Sí. Claro que sí. Tienes que hacer como si imaginaras que hablamos. Y me oirás. Tienes que practicar. No te rindas nunca. ¿Vale?
Más allá de la conexión que yo pude tener con la narración de McCarthy debo reconocer su maestría para describir el mundo que rodea a los personajes. Su enorme capacidad para despertarnos sentimientos de angustia, enojo, desesperanza. Es un libro que no puedes soltar, a menos, claro, que pierdas la mano de quién te guía. A pesar de ello, días después, volverás a estar atrapado en ese devenir de emociones.
Él intentó hablar con Dios pero lo mejor era hablar con su padre y eso fue lo que hizo y no se le olvidó.
Pueden encontrar el libro aquí.
Fotografía: EFE