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Mientras…

Esta es la primera y única vez que me voy a manifestar en torno a las elecciones pasadas.

Antes que nada aclarar, yo no quería el “segundo piso de la 4T”, pero tampoco me sentía representado por ningún otro. Y sí, voté; y no, no anulé mi voto, pero tampoco salí victorioso.

Mientras no entendamos que hay un país más allá de nuestro “amplísimo” círculo social (en el que hemos hecho un sesgo de selección, ¿quién está por gusto donde no se siente identificado?). Un país  lleno de personas a quienes sí, este gobierno (como todos los anteriores), le ha quitado todo para crearles necesidades y darles ayudas parciales, pero que sí, les soluciona el hambre en forma inmediata.

Mientras no reconozcamos que hay segmentos de la sociedad que son discriminados (basta ver cómo se expresan algunos adeptos de la oposición) y no tienen quién les dé una solución real a sus problemas. 

Mientras no entendamos que hay quienes se vieron afectados por el cierre de empresas como Luz y Fuerza del Centro (no me voy a meter a si era o no lo correcto) y que quedaron varados sin trabajo y con sus hijos, padres, etc. dependiendo de ellos. Esos que oyeron el discurso de la oposición un dejo de aquellos momentos, y en los otros la absurda mentira del nacionalismo y las empresas “paraestatales” pero que les prometía “estabilidad”…

Mientras seamos incapaces de darnos cuenta que en todas esas casillas llenas, todos los que canturreban “¡Xóchitl, Xóchitl!” tienen un Fitzpatrick muy similar (el equivalente del Pantone en la piel). Y por favor, no me muestren a uno entre miles, que no es, ni por mucho, una muestra significativa de la realidad del país. Y sí, aceptemos que el tono de piel está ligado a una serie de privilegios, que hay excepciones, claro, las hay, pero no deja de ser una excepción.

Mientras no seamos capaces de ponernos en los zapatos del otro, realmente analizar sus problemas, sentirlos como propios, entender el porqué una ayuda de tres pesos les significa tanto. Y no, no son los de “abajo”. No es que sean los “pobres”. No es que estén así porque quieren. No es que se conformen con poco, es que muchas veces no tienen más. Y sí, hay quienes son así, como también conozco mucha gente “bien” muy culera…

Mientras olvidemos que el PRI (herederos de nuestros “héroes revolucionarios”), que gobernó durante 70 años seguidos, ingenió una maravillosa máquina, bien engrasada, para perpetuarse en el poder. Que tuvo una “pequeña” falla en 1994 e hizo que la población pidiera un cambio (no ganó el PAN, falló la maquinaria). 

Mientras no veamos que el PAN no supo solucionar el problema, sino que generó más sentimiento de abandono, por lo que “quisieron regresar a lo de antes”, volviéndoles a fallar… 

Mientras no aceptemos que hubo quienes sí entendieron eso: Mentes hábiles, los que llevaban 70 años (más sabe el diablo por viejo que por diablo), que “inventaron” una nueva solución. Llegan con un partido cuyo nombre recuerda a esa población olvidada. Que da soluciones inmediatas, que no reales, a sus problemas; populistas, hablemos en plata. Que sabe llenar sus oídos de miel mientras les llena la boca de hiel. Y, encima,  perfeccionaron la maquinaria.

Mientras no reconozcamos que la solución tampoco viene de naranja. Juniors disfrazados de progres, que presumen como logros de su gobierno su nueva camioneta cibernética. Vamos, un partido whitexican, a los que no les dejan de salir cosas de las cloacas neoleoneses.  Los que dicen que han hecho maravillas con los desaparecidos en Jalisco, basta ir a Guadalajara para ver la cantidad de pósters que tapizan Avenida Chapultepec, entre otras, con rostros de personas cuyo paradero se desconoce, para saber que, como buenos políticos, mienten. Y sí, hay grandes mentes políticas ahí, como también las hay en Morena, en el PAN e, incluso, en el PRI.

Mientras no pase nada de eso, México seguirá jodido.

No, México no tiene una solución en ninguno de los partidos actuales.

Lo que necesita México es que seamos realmente empáticos con el de junto, que entendamos que tiene problemas, al igual que nosotros, que estemos dispuestos a partirnos la madre unos por otros y no esperemos milagros. ¡Milagros… siempre esperando milagros!

Hace mucho que no existen ni la izquierda, ni la derecha, en este país (si alguna vez existió tal división). Siempre, desde los “héroes” revolucionarios, sólo han surgido personas que velan exclusivamente por sus intereses personales. Sí, con grandes palabras, muy bonitas palabras, pero nada más.

Igual que los líderes de cualquier secta, así son los políticos, saben decir lo que quieres oír: Como mis pacientes, cuando les daba una mala noticia, preferían oír al chamán que les recomienda el agua de Tlacote, porque ahí está la esperanza. La gente prefiere inclinarse por la esperanza de algo que a leguas se ve no está funcionando, aun teniendo dolores intensos…

Así con los políticos, nos aferramos al que nos promete lo que queremos oír. Vemos únicamente la encuesta que dice lo que queremos ver, que le da la victoria rotunda a nuestro candidato y en ella basamos nuestra hipótesis de fraude.

Dejemos de llorar, azules, guindas, amarillos, naranjas o tricolores. Dejemos de dividirnos en colores, no sólo de partidos, sino de tonos de piel. Hagamos a un lado nuestras creencias políticas que tanto nos dividen y tan poco aportan y pongamos una meta común.

Espero que la presidenta electa me cierre la boca, que haga un papel enorme: Que realmente represente a las mujeres mexicanas; que tenga un papel genuinamente progresista y no solo “progre”; que haga honor a su título de ambientalista; que vea por los que menos tienen, sí, pero entendiendo que la solución no está en acabar con la clase media, sino trabajar con ella para ayudar a los demás. Que sea empática (que no es una palabra neoliberal) con los padres de los desaparecidos, con las madres buscadoras, con los enfermos de cáncer.

Deseo que pueda ver que México es un país en que la mayoría pertenece a una minoría: Mujeres; madres solteras; adultos mayores; LGTBI+; personas con discapacidad;  migrantes; indígenas; campesinos olvidados; una clase obrera oprimida; una clase media de la que se abusa en todos los gobiernos; y sí, también hay una minoría, la que tiene la mayoría del dinero.

Ojalá que sí, que me calle, porque su amado predecesor no pudo hacerlo, superó con creces mis pésimos pronósticos sobre su desempeño.

Por lo pronto, como quiero un México mejor, trabajaré desde mi trinchera y me propongo ampliar más mí circulo, salir de mi área de confort y abrir mis ojos y mi piel a los de mi alrededor.

Porque, mientras no entendamos que no entendemos, los políticos nos seguirán chingando.