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¡Milagro! ¡Milagro! ¡Se acabaron los «milagros»!

Malunggay uno de los productos retirados por la COFEPRIS

Artículo previamente publicado en La Jornada Aguascalientes

 

Gracias a mi amigo José Arturo Enríquez, catedrático de la Universidad Autónoma de Zacatecas me llega la noticia de que la Comisión Federal para la Prevención de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) ha retirado del mercado 13,572 productos “milagro”.

Llevo ya mucho tiempo escribiendo en torno a ello, estos productos ponen en riesgo la salud de la población, no solo por los daños que pueden ocasionar per se, sino también porque invitan a que la gente abandone los tratamientos recomendados por los médicos y los cuales se encuentran científicamente estudiados.

Vámonos por partes…

Para que un medicamento científicamente producido salga a la venta debe pasar cuatro fases de investigación, lo cual implica al menos 10 años desde su “descubrimiento” o “diseño”, hasta que salga a la venta. Estos procesos buscan demostrar en primer lugar, que hacen aquello para lo que se ha planeado, y que de lograr un beneficio no es mayor que aquel que producirá la sugestión, es decir se comprueba que el efecto obtenido no sea equiparable al de un placebo (sustancia innocua, “pastillas de azúcar”).

Por otro lado y no menos importante, corroborar que no producirán ningún tipo de daño en aquellos que lo consumen. Si bien todo medicamento es susceptible a causar efectos inesperado en las personas, debemos estar seguros que estos no serán graves a tal grado que las complicaciones superen los beneficios. Además conocer cuales son las complicaciones más frecuentes nos ayudará a identificarlos más rápidamente y saber como solucionarlos.

¿Esto sucede con los denominados productos “milagro”? Claro que no, en ocasiones aprovechan la creencias procuro de la idiosincrasia o tradiciones, muchas otras veces se lo inventan, ni siquiera se preocupan por que lo que digan suene lógico, le dan una bonita presentación, pagan tiempo aire en la televisión o peor aún, ni siquiera hacen ello, aprovechan el poder del Internet y del boca a boca para empezar a vender sin preocuparse si las pastillas, gotas o cremas que “inventaron” tienen algún efecto perjudicial en la población. Ya saben que no producirán ningún beneficio en la gente, pero sí en sus billeteras.

Siempre me ha resultado increíble que por lo general se cuestiona mucho al médico y los efectos de los fármacos que prescribe, lo cual no está mal ya que un paciente bien informado será sin duda un paciente bien controlado; lo asombroso radica en el hecho de que no ocurre el mismo fenómeno con los productos milagro, en los que la gente cree ciegamente, sin ningún tipo de juicio razonal, todo porque se los recomendó el vecino, la comadre, la toma el amigo de un amigo y dice que le “cayó muy bien” o simplemente porque sale en la televisión, como si esto fuese un punto de garantía.

Otro lema engañabobos es aquel en que se justifican las “bondades” de estos productos milagrosos en su origen 100% natural, como si esto fuese garantía de que no va a pasar nada con el organismo. Cuando mis pacientes me argumentan esto para tomar alguno de ellos yo les pregunto si tomarían arsénico ya que basados en su postura debería de ser bueno solo por ser obtenido en su totalidad de la naturaleza.

¿De quién más sospechar? Dude de aquel que le promete ser la panacea, el medicamento que lo cura todo, de existir, ¿cree usted que no habría ya alguien explotándolo? Obviamente tras demostrar científicamente que no se trata de un producto mágico sino de la cura real de todos los problemas.

Pero estos sujetos por lo general reculan argumentando un complot de la “maléfica” industria farmacéutica, que enreda a los gobiernos para apoderarse del mundo, haciendo que héroes anónimos que conocen la poción que todo lo cura no puedan ver la luz.

Ellos por mera serendipia se dieron cuenta que con agua, si ese vital líquido que ya todos tomamos podemos curar hasta el VIH, o que los pacientes con cáncer mejorarán súbitamente. Tristemente los pacientes víctimas de la angustia caen en sus enredos, alejándose muy probablemente de aquellos tratamientos que de un modo u otro han demostrado ser útiles, o en caso de padecimientos incurables, ser paliativos ante las complicaciones que se presentan.

Es por ello que celebro que al fin la COFEPRIS empiece a tomar cartas en el asunto, retirando medicamentos que son anunciados en la televisión como la gallina de los huevos de oro. Esperemos que pronto voltee a ver a aquellas agüitas milagrosas que favorecen la inexistente fotosíntesis humana y que en su mayoría son anunciadas en Internet y programas religiosos alejados de todo razonamiento, pero ese es otro tema…