No, jamás te acostumbras a ver a alguien morir.
Aceptas la muerte como lo único seguro en la vida, como parte de un proceso natural.
Aprendes que hay veces que por el bien del paciente debes dejar de pelear contra ella, pero no te agrada.
Dedicándome al adulto mayor, es una compañera cotidiana, pero no te acostumbras a ella.
Mucho menos cuando esa muerte pudo evitarse.
Hoy vi doblarse a una jefa de enfermeras que jamás pensé vería llorar y desesperarse. Es de las pocas con las que tengo diferencias y me conmovió.
No diré hospitales, ni hablaré de casos específicos, sólo insisto cualquiera puede enfermar de gravedad. Y al menos en Aguascalientes hasta los hospitales privados están saturados.
La verdad es que entre ayer y hoy yo no la he pasado bien.
A todos mis pacientes les procuro dar lo mejor de mí y, en estas últimas semanas, he visto muchos casos. Pero la de ayer, la verdad, era de esas pacientes que tienen un espacio especial.
El día en que me acostumbre a la muerte y al sufrimiento, o me resulten indiferentes, habré fracasado cómo el médico que al ingresar a la facultad pretendía ser.